En estas elecciones del 26 de octubre en la que se eligen Diputados Nacionales por la Provincia de Buenos Aires, es necesario ponerle un freno a Milei.
Necesitamos recuperar los valores democráticos que hoy están en riesgo: el respeto, la solidaridad, la honestidad, la justicia social, la educación y la convivencia plural. Frente a la deriva autoritaria de Milei, Ricardo Alfonsín se posiciona como la voz que defiende la democracia en su sentido más profundo: no solo como instituciones, sino como el espacio donde nadie queda afuera. Convocamos a quienes habían sido olvidados o relegados, a los que pretendieron excluir de la vida pública, porque la democracia los necesita para volver a poner en el centro lo que nos une como sociedad.
La democracia se sostiene cuando quienes gobiernan predican con el ejemplo: respetan las instituciones, cumplen las reglas y evitan abusos de poder. La ejemplaridad no es un lujo: es la base de la confianza ciudadana y la garantía de que la política no se degrade en violencia o cinismo.
La solidaridad implica ponerse en el lugar del otro: del jubilado que no llega a fin de mes, de quienes cuidan sin reconocimiento, de los productores pequeños frente a los grandes, de los vecinos que necesitan apoyo para salir adelante.
La verdadera igualdad se construye cuando el punto de partida no depende del azar del nacimiento, sino del acceso a la educación, el trabajo y la vivienda.
La dignidad está en el día a día: en el derecho a descansar, tener un empleo justo, tiempo libre, acceso a espacios comunitarios y a un futuro sin emigrar por desesperanza.
La cultura nacional es un factor fundamental para construir una noción de ciudadanía. Permite que nos reconozcamos entre nosotros y que podamos expresarnos y mostrarnos en el mundo entero. Por todo esto, debemos defenderla y fomentarla. Las políticas culturales deben estar en sintonía con un pensamiento ético-político para la consolidación de la democracia, fortaleciendo sus instituciones, contribuyendo a crear condiciones políticas, sociales y económicas para que todos los derechos puedan ser efectivamente y concretamente ejercidos. En contextos de crisis social, la producción cultural se desarrolla y multiplica, convirtiéndose en un verdadero refugio de identidad. La cultura es el espacio para estrechar vínculos de solidaridad y compromiso entre las personas, para combatir la discriminación, para promover la integración social y la formación de ciudadanía. Su valor identitario, su contenido simbólico le agregan un valor único a las industrias culturales que las convierten, además, en un factor importantísimo en una economía globalizada. Por eso su sostenimiento, promoción y fomento de la producción son indispensables.